Y es que cuando se trata del corazón, nada es predecible.
No sé en qué momento empecé a perderme. Mi cabeza dejó de
dar órdenes a mis articulaciones y estoy moviéndome por impulsos. Movida por
mis pulsaciones. Sístole, diástole, sístole, diástole..
Y entonces mi cabeza recobra el conocimiento por un instante
y es como si me asomase a un barranco, como una caída libre desde un
acantilado. Y, mi corazón, preso de una arritmia, se encoge. Se vuelve
pequeñito y arrugado como un garbanzo. Se llena de impotencia creyendo que se
acaba su liderato y en ese mismo momento aparece una imagen que llevo tatuada
en la retina, que es la que hace que pierda el conocimiento. Mi cabeza vuelve
al modo stand by. Mi corazón vuelve a tomar el control, latiendo al ritmo de
una música serena que apacigua sus arritmias y, de fondo, esa imagen. Ahora
levito, sonrío, fluyo, manos al aire y me dejo llevar, bailando al ritmo del latido hasta que mi consciencia vuelva a despertarse.
Temo las arritmias que causan infartos.